28 diciembre 2021

«Si la ciudadanía estuviera educada en valores y principios, no perdonaría a los políticos que prometen una cosa y hacen la contraria, que ejercen el llamado engaño político como profesión. La ciudadanía de tener convicciones propias y arraigadas, ante estos casos no  debería volver a votar a quienes mienten…»

Todo lo acontecido en este problema de sanidad a nivel nacional es una auténtica película de terror en la que los ciudadanos somos los actores y el director un gobierno desgobernado, por ello, de cine negro y muy negro es la película resultante.

España está sumida en una triste realidad que se deriva no solo de las pocas ganas del Gobierno de atender las necesidades de salud de los ciudadanos a raíz del Covid, sino además del escaso valor que se le atribuye a las declaraciones del Presidente del Gobierno y a su extravagante gabinete de ineptos al haberse podido comprobar, blanco sobre negro, no solo que prometió cosas que no ha cumplido, ni cumplirá jamás, sino que ha hecho todo lo contrario de lo que dijo como lo demuestra la hemeroteca y medios de comunicación que se atreven a criticar.

Un gobierno dirigido por un incompetente, mentiroso en grado superlativo, y con dudoso grado de cordura si no es para beneficiarse a sí mismo, según dicen los expertos en las cosas de la mente; seguido por secuaces ocupados de interpretar los caprichos del insolvente principal, provocan en toda esta luctuosa historia una conclusión de histeria colectiva y tristeza sin límites, con peligro para la salud, la vida, economía y convivencia de las personas, que intenta exculpar llamando a la responsabilidad de los ciudadanos para que tapemos su errática e irresponsable conducta.

Pero ¿Cuál es la responsabilidad de quienes dirigen y ordenan lo que los demás tenemos que hacer?. Responsabilidad política dicen siempre (nunca pude saber que es y qué consecuencias tiene), esa es la responsabilidad, que no es sino un privilegio político exclusivamente, a la que apelan quienes pretenden no tener responsabilidad civil ni penal y le añaden la cualidad de “estar aforados”, es decir, fuera del control judicial del común de los mortales.

¿Qué hay precisamente de la responsabilidad civil y penal de todos estos que tienen patente de corso, en funciones delegadas por los ciudadanos para que nos representen por, al menos, cuatro años?; la respuesta es…nada, no existe y no la habrá porque no les interesa legislar sobre ello, precisamente quienes tienen la potestad de legislar; dicen que nadie tierra piedras sobre su propio tejado.

Pensemos por un momento en el control que al antojo de los políticos se establece, según les conviene, sobre la vida, costumbres y economía de cuarenta y siete millones de personas (mayores, menores, ancianos), empresas e intereses de todo tipo, control que es cada vez mayor y más férreo; la libertad personal ha quedado reducida a un recuerdo. La irresistible tentación de tener sometidos a los gobernados es irrefrenable; las democracias son cada vez más intervencionistas sin excepción y van tomando tintes autoritarios preocupantes.

Quiero abogar, una vez más, porque el político que gestione de forma irresponsable a la hora de gobernar pague sus licencias; el dispendio de los dineros públicos para atender ideologías apartando necesidades reales debe ser perseguido y castigado (¡Una quimera!) y  para ello se necesita una justicia realmente independiente, con independencia sin matices (hoy por hoy una ilusión).

Cuando se forma un gobierno, cualquiera que fuere el nivel de la administración, quien ostenta la responsabilidad de escoger a la personas para tan importante fin debería cuidarse muy mucho de la calidad, credibilidad y pasado de los miembros que incorpora a su gabinete, elección que debe estar basada en la prudencia, no en balde constitucionalmente la vida política gira alrededor de los Gobiernos. Si se mide el grado de cordura del aspirante a tener un arma, ¿Porqué no se mide la formación y la cordura de los representantes públicos que van a tener un arma más peligrosa, si cabe, que una escopeta de cazar?.

En España hay hondo pesar; estoy convencido de que el Gobierno que me tiene que defender, me engaña; es como convivir con alguien que es tu más directo enemigo y que cada paso que da lo hace para perjudicarme en beneficio propio, esta es la clase dominante; es esta una sensación de impotencia que impide avanzar, aunque todos los días la mayoría inmensa de ciudadanos nos levantemos con ánimo de construir algo positivo; es como nadar contracorriente que por más esfuerzos que se hagan no solamente no avanzas sino que termina agotándote el esfuerzo y al final la corriente te arrastra.

Desgraciadamente esta sensación es generalizada entre las personas que piensan en el presente y en el futuro, habiendo conocido la sociedad del bienestar y progreso ininterrumpido desde la Constitución de 1978. Hoy, en época navideña, que el Gobierno está de vacaciones estoy más tranquilo aunque no termino de fiarme porque el BOE se sigue publicando.

El leitmotiv del despotismo ilustrado era la justificación del “engaño al pueblo por su propio bien”; hay que negar categóricamente el derecho a mentir. Orwell dijo que “el lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades, el asesinato una acción respetable y para dar al viento apariencia de solidez». La sensación de sentirse permanentemente engañado por el Gobierno es horrible y desnorta y hunde a la sociedad.

Si la ciudadanía estuviera educada en valores y principios, no perdonaría a los políticos que prometen una cosa y hacen la contraria, que ejercen el llamado engaño político como profesión. La ciudadanía de tener convicciones propias y arraigadas, ante estos casos no  debería volver a votar a quienes mienten y engañan públicamente o en sede parlamentaria que también es pública; hay que echar de la vida pública a quienes roban, estafan y prevarican en su beneficio o en el de los suyos y la mentira es una gran estafa. Sin embargo, en esta sociedad de conciencia laxa y egoísmos por doquiercomportamientos así no pasan factura porque, según se autojustifican, también son los nuestros. Estamos hartos, por ejemplo, de ver como miembros que han sido de la carrera judicial y fiscal son los peores servidores para los intereses del Estado y de los ciudadanos: “No hay peor cuña que la de la propia madera”, dice el refrán.

Dijo Abraham Lincoln: “Nadie tiene la memoria suficiente para mentir siempre con éxito. Podrás engañar a todos durante algún tiempo; podrás engañar a alguien siempre; pero no podrás engañar siempre a todos”. La mentira por propia definición nunca es el mejor recurso para convencer de algo, pero cuando las mentiras además son burdas, esto es, cuando se dice una cosa y la contraria sin temblar el pulso y sabiendo que es de conocimiento público, el personaje que las pronuncia es un mezquino, un majadero y un necio y quienes le vuelven a votar, (si de quien hablamos es de un político), son redomados idiotas que con su acción entran a formar parte de una masa de crédulos dispuestos a repetir, difundir y diseminar por doquier las falsas noticias que otros hayan inventado; función transmisora que es  indispensable, ya que no hay nadie que pueda propagar mejor una mentira como el que se la cree.

Ahora que la información fluye por todas partes sabemos quién de nuestros políticos miente sin torcer el gesto, y queda identificado con su etiqueta; El político mentiroso es generalmente sibilino y taimado; la mentira política no está hecha para quienes tienen escaso talento, ni para quienes mienten demasiado (salvo raras excepciones como bien sabemos) porque merma su credibilidad. Ahora queda que la ciudadanía responda a la mentira como una agresión que es.

No hace muchos días leía un informe técnico de Sarah Romero que definía cual era las circunstancias que se daban en u psicópata (calificativo que podrá acompañar al político mentiroso), a saber:

“1.- Falta de empatía. Un Psicópata no puede sentir lo que sienten los demás. Un psicópata entiende sus sentimientos, pero no los siente.

2.- Poder de manipulación. el psicópata es capaz de reconocer de qué cuerda debe tirar o qué botón es el que debe pulsar para engañar a otras personas, manipularlas y hacerles creer lo que sea necesario para obtener un beneficio personal.

3.- Irresponsabilidad. Un psicópata nunca admitiría sus errores y son capaces de volverse iracundos con cualquiera que les acuse de algo.

4.- Narcisismo. Los psicópatas generalmente se ven a sí mismos como más inteligentes, más poderosos y más valiosos que cualquier otra persona.

5.- Mentirosos patológicos. Los psicópatas tienden a mentir continuamente. Sus vidas conforman una interminable tela de araña de mentiras.

6.- Encanto superficial. Los psicópatas suelen ser encantadores y tener cierto atractivo puesto que su carácter es extrovertido, decidido y valiente.

7.- Falta de remordimientos. Los psicópatas no se sienten culpables por el sufrimiento y el dolor que infligen a otros, o por cualquiera de sus acciones en general.

8.- Se aburren con facilidad. Los psicópatas tienen una necesidad irrefrenable de sobredosis de adrenalina.

9.- Acoso a bullying. Abusones de libro. Disfrutan ejerciendo su poder sobre los más frágiles. Intimidar o escupir palabras es lo suyo.

 10.- Poder y control. Los psicópatas tienen una necesidad obsesiva por ejercer poder y control sobre otros.”

A la vista de lo anterior cuando tenemos un vecino que cumple con las características anteriores, estoy seguro que no nos afectará a los demás en lo más mínimo; pero cuando alguien que dirige y regula nuestra vida miente, manipula, engaña o simula, no tenemos un dirigente, tenemos un serio problema a subsanar.

Mariano Avilés – Jurista Diciembre 2021

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