En la mitología griega la Hidra era un monstruo acuático despiadado, con forma de serpiente policéfala y aliento venenoso, que custodiaba la entrada al inframundo que se escondía bajo las aguas del lago de Lerna. Uno de los doce trabajos de Hércules consistió en acabar con esa alimaña, que tenía un truco: por cada cabeza que se le cortaba, le crecían dos.
El comienzo del siglo XX español se sitúa convencionalmente en 1898 y no precisamente por la liquidación del imperio de la monarquía hispánica o católica. La derrota del 98 se encontró con un doble reto, por un lado con la necesidad de superar la sensación de incompetencia del aparato estatal con la ineficacia en el conflicto bélico y, por otro, la de fortalecer el proceso nacionalizador, cuya debilidad propiciaba la expansión de los recién nacidos nacionalismos periféricos (hoy secesionismo burgués) y con ello la puesta en cuestión de la identidad nacional o colectiva.
La catarsis producida por la necesidad de la reconstrucción del simbolismo, hizo que los intelectuales españoles de la época que fueron entonces críticos se incorporaran a la celebración de ciertas glorias patrias al poco de finalizar la guerra cubana: El cuarto centenario de El Quijote en 1905, el primero del nacimiento de Larra, o de los llamados “de la Guerra de la Independencia” y la Constitución gaditana, entre otros.
En la Guerra Civil (1936-1939) ambos lados contendientes creyeron estar defendiendo España como esencia de la causa; los discursos de unos y de otros hacían hincapié en que no se estuviera librando una guerra civil; denunciaban la presencia de alemanes, italianos o rusos, dependiendo del bando al que se escuchaba, los unos no veían como propios sus aliados, pero sí los de los otros.
En los últimos quince años del franquismo tanto el nacionalismo catalán como el vasco resurgieron con fuerza fundamentalmente por razones de índole de crecimiento económico que situó a gran cantidad de inmigrantes castellano-parlantes a los focos de industrialización como Barcelona o Bilbao, lo que pudo provocar inseguridad y miedo a que acabara en el detrimento de la cultura propia originaria de esas zonas; al final los catalanes resultan ser los más pueblerinos de España por haberse encerrado ellos mismos por causas dispares y su viejuno discurso ideológico.
El transcurrir de nuestra historia más inmediata ha sido un baile sin fin de escaramuzas y proyectos fallidos que han padecido los habitantes de España sin solución de continuidad, quitando las cuatro décadas posteriores a la proclamación de la Constitución de 1978 que han transcurrido sin grandes sobresaltos aunque siempre hubo música de fondo que invitaba al baile; el resto hasta nuestros días ha tenido como eje buscar con insistencia cansina la modificación de la Constitución para adaptarla a intereses espurios de determinados políticos de la izquierda y ultraizquierda a quienes se les ha dado un juego que nunca hubieran imaginado.
Presiones de todo tipo llevaron a incluir en el preámbulo constitucional y en el artículo 2 referencias al pueblo español como portador de la soberanía nacional y la indisoluble unidad de la Nación española.
La transcendencia política de la soberanía, que estuvo muy presente en el debate constituyente y que se ha mantenido en el debate político, da paso a un tratamiento jurídico: los soberanos (los ciudadanos) actúan a través de las instituciones, debiéndose respetar sus principios y valores; alterarlos es hurtar la capacidad de decisión y, si se me apura, de control; un fraude en toda regla.
En este marco se abrió un doble proceso que afectaba a la soberanía directamente cual era el adelgazamiento del Estado por abajo ante la fuerza y empuje de las autonomías territoriales, y por arriba por la integración en Europa. Desde una perspectiva constitucional, la claridad con que la Constitución de 1978 proclama la soberanía del pueblo español, convierte los debates sobre la soberanía en especialmente nominalista aunque no los ha conseguido eliminar. Ceder el derecho de autodeterminación a un grupúsculo de ciudadanos y no a la totalidad es contrario a la legalidad y a la igualdad de derechos.
Pero si toda la historia reciente de España está salpicada de sobresaltos quizás el más peligroso e inquietante viene de la mano de la emigración. España se ha convertido, por el beneplácito del partido socialista, y de cuantos le acompañan en la coalición de gobierno para sostener a un partido socialista cada vez más devaluado, se ha convertido -decía- en receptor de emigrantes de baja condición, principalmente africanos (Marruecos) y latinoamericanos, que darán (ya están dando) sin duda lugar a nuevos e incómodos problemas, además de los nacionalismos implantados que ya de por sí generan inquietud e inestabilidad.
Con la llegada de Rodríguez Zapatero (inefable prócer de muy escasas luces para buscar el bien común) a la presidencia del gobierno comenzó una época de declive, desprestigio y sectarismo no conocidos anteriormente en gobiernos del Partido Socialista Obrero Español ni del Partido Popular que fueron alternando gobiernos durante la época de la transición.
Fue precisamente el mencionado presidente quien abrió la espita del nacionalismo proclamando derechos nunca reconocidos hasta entonces pese a la descentralización del Estado.
Con la truculenta llegada al poder del actual y peor presidente de la época democrática, el autócrata Pedro Sánchez, aquellos fundamentos “permitidos” complacientemente por sectores constitucionalistas, aunque los había también de izquierdas, se han visto reforzados y aumentados: un gobierno social-comunista que ha desmadejado el orden constitucional que sirvió de convivencia para dar entrada con voz y voto a partidos que representan a pequeñas partes del territorio nacional, que debieran estar, si acaso, en el Senado y que desde el Congreso, hacen cuerpo con partidos nacionales para romper y eliminar a España como nación, esa nación que proclama la Constitución de todos.
Son muchos los defectos que estructuralmente tiene el Estado; se han proclamado leyes impensables en países democráticos del primer mundo, como también han evitado los partidos gobernantes cambiar leyes injustas a todas luces, entre otras, la Ley electoral, la ley de financiación de los partidos políticos, la ley de designación del poder judicial, etc. etc. todo ello con la anuencia, indulgencia y pasividad de la oposición de cada momento; un parlamento que lejos de resolver problemas los crea día a día a ciudadanos perplejos por lo que sucede, una España en la que más del cincuenta por ciento estamos al borde del hartazgo. Tenemos un Estado con pies de barro, que no ha terminado de formarse, y algunos lo saben y, lo que es peor, lo aprovechan.
Responsables políticos sin argumentos, pobres de cerebro y sin cultura de la gestión pero ansiosos de poder son quienes hoy administran nuestras vidas y ayudan con sus decisiones a crear las nuevas Españas, a saber: La de los políticos satisfechos a perpetuidad que han visto mejorado su patrimonio, economía y por carecer de oficio no se bajan nunca del coche oficial, la de los ciudadanos subvencionados que sin esfuerzo reciben prebendas de todo tipo y, por último, las de los trabajadores que día a día tienen que levantarse para poder pagar no solo lo que cuesta la vida, sino los impuestos caprichosos que un gobierno derrochón y sin rumbo práctico (como el actual) inventa para machacarnos sin piedad, mientras otros viven en el paraíso sin contribuir al bien común, con todos los derechos y sin ninguna obligación. Un gobierno que dilapida el esfuerzo, la disciplina, el interés por los demás y que curiosamente premia la indolencia, a los vagos, a los delincuentes y a quienes con métodos blanqueados nos extorsionan sin piedad, una progresía decadente y sin justificación.
El gobierno social-comunista que preside Sánchez es el tronco de la Hidra con su cabeza principal que acogota a España, de ese tronco penden las ya innumerables cabezas amenazantes para la seguridad y defensa del íntegro territorio español. Peticiones cada vez más insultantes y vergonzosas se proclaman a los cuatro vientos, como coro demoníaco, para romper la soberanía nacional y, por tanto, patrimonio de todos.
La Hidra se ha instalado en el Parlamento de España y desde el Congreso lanza su hedor al resto de españoles; lamentable resulta ver como aún existen conciudadanos que entienden como correcta la forma de actuar de un presidente felón como Sánchez, un desleal con España que ni le importa la soberanía, ni la monarquía, ni los jueces y tribunales, ni las instituciones del Estado de Derecho; que burla los derechos de cuantos cruzan en su camino (incluida la Unión Europea), un mentiroso patológico que ha secuestrado la capacidad legislativa del parlamento a base de reales decretos, en definitiva, considero que si en este país se aplicaran las leyes con absoluta igualdad la causa penal que se le abriera al actual presidente del gobierno sería digna de estudio en la carrera de derecho, porque como diría Cesare Marchese di Beccaria “la gravedad de las penas debe ser relativa al estado de la nación misma. Más fuertes y sensibles deben ser las impresiones sobre los ánimos endurecidos de un pueblo”. Podremos convenir, que el estado de la nación hoy es un despojo de lo que ha sido, aunque desde 1898 haya llovido y tronado.
Heracles disparó flechas en llamas al refugio del monstruo para obligarlo a salir. Entonces se enfrentó a ella con su espada y empezó a cortarle las nueve cabezas que tenía. Pero cada vez que se le cortaba una, otra renacía en el mismo lugar más fuerte que la anterior. Su sobrino le ayudó quemando el cuello de la cabeza cortada para que no renaciera otra. Al final, la Hidra murió sin cabezas y Heracles mojó las puntas de sus flechas con la sangre de la Hidra para que así fueran mortíferas para quienes hiriese.
Mariano Avilés- Jurista
Agosto 2023