8 diciembre 2021

“En mi caso creo que mi odio es selectivo, odio conceptos, modos de pensar y vivir en una continua farsa; los odiados suelen hacer lo contrario de lo que dicen. El tirano arropado en banderas de libertad debe ser depositario de un doble tipo de odio”….

No es fácil hablar de los sentimientos y quizás menos de aquellos que representan algo negativo o de repulsa como es el caso del odio;   hoy me he parado a reflexionar sobre esto a raíz de acontecimientos xenófobos ocurridos en Cataluña, esperando que broten las ideas de una forma espontánea y lo más ordenadas posible, no siempre es el momento adecuado.

Actualmente, tal y como está el país por causa de un Gobierno como el que tiene España en el que la mentira y el fraude están instalados cómodamente – mientras los ciudadanos sufren las consecuencias de su desastrosa gestión – me genera una repulsa permanente y me lleva a una tristeza del alma difícil de identificar, aunque existir, el odio existe, como existe la confrontación social.

No sé si he odiado alguna vez tanto como pudiera odiar ahora; creo que mi odio no ha sido nunca de buena calidad, un odio mediocre, quizás mi odio en el transcurso del tiempo haya sido a rachas, poco consistente, ese tipo de odio que genera indiferencia; un odio poco apreciado para tenerlo en cuenta posiblemente por mi formación católica.

Siempre se aprende algo; el Gobierno (a quien le gusta decirnos qué debemos hacer, cómo debemos sentir, que debemos comer y con que juguetes deben entretenerse nuestros niños) ha inventado un tipo de odio sui generis, acoplado a sus intereses, puro sectarismo, que lo aplican a su antojo hasta el punto que se han sacado de la manga un protocolo sobre el «Discurso de odio ilegal en línea»; es como si hubieran varios tipos de odio y uno de ellos es el «ilegal» (No saben ni redactar). Si quisiera odiar me prohibirán odiar cuando quiera y a quien quiera, aunque sea a ratos, y encima hasta pueden castigarme por elegir el tipo de odio; aunque sea a menor escala, puedo pensar que sentirían los ciudadanos en aquella Alemania del Este, tras el “telón de acero”.

Que un Gobierno regule mis sentimientos con propósito restrictivo, siempre perjudicando la libertad del individuo, como quien regula las normas de tráfico, me parece lo más negativo, es el peor escenario en un país democrático; igual en lugar de odio debo llamarlo, con permiso del Gobierno resentimiento odioso, aunque puestos a repensar creo que mi odio es reflexivo, en defensa propia, puro instinto de conservación. Ahora me pregunto si debería haber odiado con más fuerza al más puro estilo populista, ese odio que no perdona, que se palpa en el aire con una simple mirada que muchas veces van acompañadas de actos violentos; solo quien odia por sistema se atreve a promulgar una norma «antídoto» contra el «odio ilegal» para proteger a quienes entiendan que son vulnerables según los casos y con desprecio de la Fiscalía y otras Instituciones del Estado; definitivamente creo que hay odios y odios.

He querido explicarme el porqué de los diferentes odios y creo sinceramente que hay odios que carcomen al igual que hay odios que bien administrados resultan gozosos y posiblemente sean estos últimos los que procuro cultivar, si cabe, en el propio beneficio.

Estoy convencido que al igual que hay distintos tipos de odio también los hay de distinta intensidad, es decir, a veces no es tanto la cantidad como la calidad porque un espíritu apasionado puede llegar a sufrir por las emociones.

Mi odio tengo claro que se ha vuelto selectivo, especialmente hacia los políticos. Para odiar no tengo que conocer personalmente a quien odio, es un odio que tiene cuerpo y forma aunque sean forma anónima; supongo que habrá quienes el odio lo tienen tan arraigado que llegan a ser odio en sí mismo. Hay personas que destilan odio y maldad hacia todo y hacia todos, estos tiempos oscuros no son fáciles para hacer poesía.

En mi caso seguro que mi odio es selectivo, odio conceptos, modos de pensar y vivir en una continua farsa; los odiados suelen hacer lo contrario de lo que dicen. El tirano arropado en banderas de libertad debe ser depositario de un doble tipo de odio, por su tiranía y por mentir a los demás, sabiendo que su discurso siempre habrá algún incauto que lo compre.

Yo soy un aprendiz del odio; observo que hay profesionales del odio empeñados en generar odio de los demás hacia ellos mismos; ese odio regresivo que les retroalimenta para llegar a ser grandes odiados victimas de sus odiadores y así cotizarse al alza en una sociedad que no tiene claro su rumbo por haber cubierto con niebla perpetua, cada vez más densa, la cultura de este país rico en tradiciones; definitivamente creo que a Cataluña los políticos la están convirtiendo en la región más paleta y retrógrada de España.

Los falsarios se nos presentan comprando voluntades débiles, se apropian de la voluntad de los demás fraudulentamente, son parásitos, sin careta, son dañinos a voluntad propia. Ahora que hago estas reflexiones veo que el odio podría estar en mi interior, como el magma de un volcán, pendiente de aflorar en forma de reproche si se produce en una manifestación dulce o en el peor de los casos con ánimo de revancha.

Ahora no me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que haya podido experimentar un odio recalcitrante, ese tipo de odio que se enfrenta a la injusticia social, igual pudiera ser un subterfugio contra el abuso de los poderosos que son quienes más perturban.

Reconozco que he llegado a un apogeo del odio inmisericorde cuando escucho a algún político de los que nunca debieron existir, estos personajes que gobiernan nuestras vidas; me pregunto si lo tengo merecido por creer en la falsa democracia que algunos exhiben con disfraz; aquellos que no se arrepienten de hacer lo contrario de lo que prometieron hacer. El agravio aumenta cuando los ves contoneándose frente a las cámaras con pasos de baile burlón e insultante; son esperpentos de ellos mismos llevados al escaparate social en el que algún día serán juzgados con la crueldad del olvido, como mínimo.

El odio en general pudiera ser lo contrario del amor aunque los expertos médicos afirman que el odio es una pasión tan interesante como el amor porque en el cerebro se activan las mismas regiones con ambos sentimientos. Les separa una fina línea que se traspasa con facilidad; pasar del amor al odio creo que nunca será un acto irreflexivo.

Es posible que si el odio no se expulsa llegue a devorar por dentro a la persona y no tengo muy claro en qué momento el odio se transforma en ira, si es que ello fuera posible; lo que si tengo claro es que hay políticos que me encienden la animadversión hacia lo que hacen solo por el hecho de oírlos hablar aseverando frente a toda la sociedad las verdades de sus mentiras; generan un sentimiento distinto al que deberían alcanzar de admiración y reconocimiento.

Thiebaut dijo que los odios políticos pueden nacer de un desprecio, pero se consolidan porque lo odiado se entiende como amenaza, como un peligro que, a su vez, nos odia, quizás esto sea equiparable a lo que siento por este Gobierno bastardo que hoy tenemos en España, un odio que reconcome e invade la serenidad.

Es verdad que odiar constantemente cansa, cansa odiar hasta que languidece el sentimiento y llegas a la lástima, aunque no deslindo bien si esa lástima la atribuyo al odiador o al odiado, e incluso si la lástima desemboca en indiferencia y de ahí que tampoco sepa odiar como debiera.

Alguien dijo que el hombre puede trepar hasta las cumbres más altas, pero no puede vivir allí mucho tiempo. El individuo llamado “trepa” se apoya en los demás, los pisotea y se agarra a lo que encuentra para subir, machacando lo que encuentra a su paso; deja cadáveres en el camino sin importarle lo más mínimo y si mira hacia atrás se vanagloria de su hazaña.

El odio a veces quiere más odio porque se va consumiendo en pequeñas dosis hasta marcar un perfil iracundo de quien soporta día tras día el agravio de personas nocivas y malsanas. Las democracias no debieran soportar tanto mal para la generalidad de ciudadanos en beneficio de unos cuantos. La tiranía y el totalitarismo deben erradicarse de nuestro sistema democrático que necesita un bálsamo para reducir el odio, la ira, el resentimiento….todo lo malo de una sociedad que comienza a estar enferma….de odio.

Mariano Avilés – Jurista

Diciembre 2021   

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