17 abril 2023

Las crisis interpretadas por juristas suelen ajustarse a la realidad y no es una obsesión de leguleyos. El consejo legal es fundamental para quienes se pierden día tras día en un revoltijo normativo difícil de asimilar, sea de la materia que sea; en muchas ocasiones economistas, moralistas, periodistas, y esos juris-peritos llamados tertulianos…todos hablan, en muchas ocasiones sin conocer los fundamentos legales en los que pretenden basar sus argumentos, y es así como hacen quebrar la seguridad jurídica, pontificando en los medios de comunicación que todo lo airean; argumentos peregrinos que terminan afectando al derecho de las personas que confían en lo que ven y en lo que oyen.

Por todas partes sobran leyes que nadie conoce o que no sirven para nada, salvo para la justificación del político de turno, y faltan buenas reglas de derecho, a ello intentaron enseñarnos los sabios romanos con su derecho, esto es: Vivir honradamente, no hacer daño a nadie y dar a cada uno lo suyo, “tria  iuris praecepta”.

Las normas jurídicamente hablando son instrumentos de organización y control que pueden mermar la libertad de las personas teniendo como escudo el Estado de derecho; si las normas no se ajustan a derecho las consecuencias son lamentables, porque quienes quieren burlar las normas, que son los mismos que las propugnan (quien hizo la ley, hizo la trampa), lo hacen sin el menor reparo, y quienes las observamos pagamos el descaro de las regulaciones fallidas, sin que se produzcan consecuencias civiles ni penales para los causantes del daño.

Leyes en cadena sin el más mínimo rigor se exhiben en el BOE con la firma del Jefe del Estado (a quien tras cada fallo le roban un poco de dignidad), o de cualquier mequetrefe ahora llamado ministro. El ciudadano indefenso soporta en estado de indefensión un aluvión normativo de control imposible (buena forma de esconder lo que les interesa a quienes legislan), pura ficción; las normas se llenan de principios abstractos que pudieran aprovechar hasta los jueces en sus decisiones controvertidas que empujan a los abogados a considerar el final de un pleito como imposible para saber a qué atenerse.

Hay que legislar menos, mucho mejor. El Estado de derecho precisa reducción de la masa legislativa que genera la inflación de normas; las normas han perdido su valor de justicia porque solo permite aplicarla con rigor a quien ostenta el poder, cuando le interesa.

El poder ejecutivo adopta normas con rango de ley y el Parlamento calla; normas por decreto-ley en forma de chaparrón intenso y la indefensión nos cala hasta los huesos por pasar de ser una medida extraordinaria a ser algo común en los gobiernos totalitarios por mucho que esa forma de legislar esté recogida en la Constitución solo para casos de urgente necesidad; es una “orgía jurídico-formal”; casi todos los organismos reguladores son instituciones fallidas mediatizadas por intereses bastardos. Ahora se ve más claro lo turbio de la política.

Es importante saber votar, quizás los ciudadanos en España no hemos alcanzado la madurez para ejercer esa responsabilidad. El acto del voto no es una fiesta, luego las juergas las pagamos todos si se apoya a personajes sin fuste, desconocidos o de trayectoria fallida; personajes que dicen justo lo contrario de lo que piensan hacer luego, sin que cuando han consumado el engaño el votante tenga la menor dignidad para autocriticarse y corregir en sucesivas ocasiones. Sobran forofos y falta sensatez.

En algún momento dije que a la Constitución hay que lavarle la cara y quitarle las telarañas del tiempo, pero no solo es la Constitución, son las leyes en las que se apoya la democracia que están no solo oxidadas sino que están a punto de colapsar; ningún gobierno ha sido capaz, por  falta de entusiasmo, de corregir la ley de partidos; ninguno de ellos ha sido capaz de corregir la ley de financiación de los partidos políticos; ningún partido político ha sido capaz de adoptar un sistema de listas abiertas que limite el poder de los partidos frente a los votantes; ningún partido político ha sido capaz de proclamar que en democracia una persona debe ser un voto; ningún partido político ha sido capaz de situar en el Senado a los partidos regionalistas alejándolos del Congreso; ningún partido político ha sido capaz de encarar el sistema de “segunda vuelta” para evitar pactos indeseados…y así podría seguir y seguir. No interesa y difícil veo que interese en algún momento.

La estructura legislativa sobre la que se sustenta la estructura del Estado necesita la revisión de un gobierno que emprenda modificaciones coherentes que limiten la arbitrariedad de quienes gobiernan. Las leyes son el pilar del orden y la justicia en todos los sentidos y lo que menos necesita España, en un panorama internacional que no sabe adónde va, es que quienes ostentan la responsabilidad de conducirnos legalmente no solo rocen la ilegalidad sino que además crean que son jurisconsultos imprescindibles que nos van a salvar de los malvados, cuando está acreditado que los malvados son quienes actúan de semejante forma.

Mariano Avilés – jurista

Abril 2023

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